22 diciembre 2006

Una pica en Flandes


El Madrid debe ganar, jugar bien, y ser ejemplar. Si el árbitro le perjudica no debe quejarse, si el árbitro le favorece debe escuchar con la cabeza baja un clamor. La victoria es un hábito, el empate un desastre, la derrota una tragedia.



Jorge Valdano

13 diciembre 2006

Homo homini lupus



Si un hombre criado en lo más profundo de cualquier selva tropical, ajeno desde su nacimiento a todo rastro de civilización, visitara cualesquiera de nuestras ciudades y obvservara con mirada analítica la sociedad en la que vivimos, quedaría, sin duda, perplejo y asombrado. El ser humano, desde las más remotas edades prehistóricas, ha ido evolucionando, lenta y pesadamente, a través de los siglos, hasta alcanzar el estado de bienestar y progreso que hoy goza. No sin sufrimientos ha ido rompiendo todos los obstáculos que le impedían lograr el escenario ideal para su realización personal. Ahuyentó la amenaza atávica del resto de feroces animales mediante el fuego. Encontró la luz entre las brumas seculares de los mitos, leyendas, creencias y ritos gracias a la Razón. Y por último, alcanzó el grado máximo de libertad colectiva e individual, a costa de la sangre de miles de personas. Todo esto, en el lento discurrir de los siglos, para llegar al siglo XXI, donde teóricamente el hombre tiene a su disposición todos los medios y recursos necesarios para conseguir su realización personal, tiene salvaguardada su libertad por leyes y tratados internacionales, y puede, con sólo proponerselo, enriquecer su bagaje cultural y personal con todo lo que el ingenio y la experiencia humana ha ido produciendo a lo largo de la Historia.

Pero si el antes citado hombre salvaje se diera una vuelta por nuestras calles, visitara nuestros institutos, nuestras bibliotecas, nuestros cines, o conociera los centros de ocio y consumo que la sociedad occidental ha inventado para sustituir a los teatros y corrales de comedias, se daría cuenta de que poco, o nada, aprovecha el hombre actual este mundo nuevo y avanzado. Notaría que la gente calma su estrés y su ansiedad comprando, algo insólito, sobretodo si lo hace compulsivamente. Si se diera un garbeo por nuestros cines, vería gente sedienta de violencia y sangre, ansiosa de ver el sufrimiento ajeno, recrearse en él. Si se pasara por los teatros, observaría su soledad. Otro tanto si recalase en nuestras bibliotecas y museos, archivos o exposiciones, lugares resignados ya a ser frecuentados por raras avis.

Si el hombre que, crecido bajo la sombra y protección de la Naturaleza, encendiera una de nuestras televisiones, quedaría asombrado de lo que viese: la morralla de nuestra sociedad campando impunemente por la pequeña pantalla, contando sus miserias, cobrando por exhibir lo tétrico de sus existencias. Luego, cuando saliese fuera de nuevo, encontraría a niños y jóvenes a quienes no sólo no conocen su propia Historia, los acontecimientos que ocurren a su alrededor, su porvenir, su pasado ni su presente, sino que tampoco les interesa. Niños y jóvenes que arden en deseos de ver tal o cual película o videojuego donde torturan, matan y asesinan, o que luego, a la salida de los campos de fútbol, pegan y matan a los que sólo son del equipo rival, o se emborrachan y les parten la cabeza en peleas nocturnas que ellos mismos han empezado. Gente sin criterio, sin ideas, sin cerebro: borregos, pensará triste el hombre acivilizado que los observa chutarse en los bancos del parque. Borregos de una sociedad que los teledirige, que les anula su capacidad crítica, que no quiere que piensen, que sólo les quiere para que compren, consuman y se reproduzcan y tengan hijos que sigan siendo borregos que consuman y se sigan reproduciendo, sine die.

Luego, pensará, estos mismos niños aborregados que ni saben ni quieren saber de nada más que no sea chutarse, la play, el botellón y saw 3, crecerán, y les llegará la hora de votar. Y vendrán los verdaderos culpables de todo esto, los políticos, constructores, empresarios, banqueros, curas y demás soplacirios, parásitos de una sociedad que se autodestruye, y cuya ideología no es sino la reluciente y argentina marca del maldito dinero, madre de todos los males del mundo, a engañarles con falsa labia, palabrería fútil, gestos hipócritas y caras de niño bueno, para que les sigan votando, vóteme usted, le regalo un finde a Marina D´Or y un vale descuento en el Corte Inglés, y ellos puedan seguir siendo los amos de esta sociedad marchita y decadente.

Y cuando vuelva el hombre a su selva, huyendo despavorido de lo que vio, y desolle el mono que cazó en la tarde con su arco hecho por él mismo mientras se calienta junto a la lumbre que encendió con hojarasca y rastrojos, pensará que todo lo que el hombre luchó, sangró, peleó y batalló durante siglos y siglos contra el oso fiero, contra las tormentas que destrozaban la cosecha, contra la tribu vecina, contra el invasor hereje, contra la Iglesia, contra la opresión feudal, contra las dictaduras y contra sí mismo, no le sirve absolutamente para nada.

04 diciembre 2006

"No esperar salvación alguna"


"...la única salvación de los vencidos es no esperar salvación alguna..."


Virgilio, Eneida