20 agosto 2006

El Siglo de Oro


"Ya referí en otra ocasión a vuestras mercedes que, en aquel primer tercio del siglo, el pueblo de Madrid conservaba aún, pese a su picaresca natural y a su malicia, una cierta ingenuidad para esa clase de gestos en las personas reales. Ingenuidad que el tiempo y los desastres se encargaría de sustituir por desilusión, rencor y vergüenza. Pero en los años de esta historia nuestro monarca era mozo; y España, aunque ya corrompida y con llagas de muerte en el corazón, conservaba la apariencia, el relumbre y las maneras. Todavía éramos algo, y aún lo seguimos siendo cierto tiempo, hasta quedar exangües del último soldado y el último maravedí. Holanda nos odiaba, Inglaterra nos temía, el turco se andaba con pies de plomo, la Francia de Richelieu rechinaba los dientes, el Santo Padre recibía con mucho tiento a nuestros graves embajadores vestidos de negro, y toda Europa temblaba al paso de los viejos tercios que aún eran la mejor infantería del mundo, como si en las cajas de sus tambores redoblara el mismo diablo.

Y yo, que viví tales años y los que vinieron después, juro a vuestras mercedes que en aquel siglo éramos todavía lo que nadie fue jamás. Y cuando por fin se puso el sol que había alumbrado Tenochtitlán, Pavía, San Quintín y Breda, el ocaso se tiñó de rojo con nuestra sangre, pero también con la de nuestros enemigos; como el día, en Rocroi, que dejé en un francés la daga del capitán Alatriste. Convendrán vuestras mercedes en que todo ese esfuerzo y ese coraje debíamos haberlo dedicado los españoles a construir un lugar decente, en vez de malgastarlo en guerras absurdas, picarescas, corrupción, quimeras y agua bendita. Y es muy cierto. Pero yo cuento lo que hubo. Y además, no todos los pueblos son igual de razonables para elegir su conveniencia o su destino, ni igual de cínicos para justificarse después ante la Historia o ante sí mismos. En cuanto a nosotros, fuimos hombres de nuestro siglo: no escogimos nacer y vivir en aquella España, a menudo miserable y a veces magnífica, que nos tocó en suerte; pero fue la nuestra. Y ésa es la infeliz patria -o como diablos la llamen ahora- que, me guste o no, llevo en la piel, en los ojos cansados y en la memoria."



Arturo Pérez-Reverte, Limpieza de sangre, págs. 26-27

2 comentarios:

una madrileña dijo...

Los cinco libros de Alatriste me encantaron, a ver si publica de una puñetera vez el sexto, porque hay que..., eso, como nos hace esperar. Tambien vi la exposición y la peli el mismo día que la estrenaron, que le vamos a hacer, me gusta, sin olvidar que cuenta el antiyer de mi adorada ciudad.
He intentado ponerte una foto de la exposición de Alatriste pero no se hacerlo, ¡joooo!

Michael Collins dijo...

Arturo Pérez-Reverte es uno de los mejores escritores de nuestro tiempo. Me encantan todos los libros sobre el Capitán Alatriste. A través de él critica a la sociedad de aquel tiempo pero si nos damos un poco de cuenta, también critica a la sociedad actual y más aun a nuestros gobernantes. Alatriste es más que un personaje de novela.